Cuando pensamos en la transformación digital de nuestras organizaciones, muchos de nosotros simplificamos el proceso haciendo una lista de hardware y software que hay que comprar e implantar, porque nos han dicho que es bueno para el negocio. Sin embargo, estos dispositivos no son sino herramientas que, por sí mismas, no transforman ni aportan gran valor e incluso pueden conducirnos a la frustración y al conocido como tecnoestrés. ¿Dónde está la clave entonces para realizar una verdadera transformación digital?
En una charla que Liliana Arroyo acaba de dar en las Jornadas Participativas para el desarrollo de la Estrategia UCLM Digital plantea 4 elementos superpuestos en capas, siendo la capa más superficial las herramientas tecnológicas, el medio o canal de comunicación la segunda, el marco mental la tercera y la comunidad, en el sentido de cultura compartida, la capa más profunda. Sin duda, son los elementos menos tangibles, como la cultura, los más difíciles de cambiar. Por eso, junto con Jordi Jubany, recoge en el Manifiesto por una nueva cultura digital, diez ámbitos o ejes en donde hay que diseñar actuaciones para alcanzar el éxito en una verdadera transformación digital que “no deje a nadie atrás”.
En este punto me parece básico introducir el concepto de humanismo digital, en el que las personas son el centro en el proceso de transformación digital, utilizando la tecnología para que logren cosas que nunca creyeron posibles o redefiniendo la forma en que se pueden alcanzar sus objetivos. En otras palabras, el humanismo digital impulsa la innovación al sustentarse en sistemas digitales humanizados, que se adaptan a los nuevos estilos de vida y modelos de trabajo. En contraposición, el enfoque de maquinismo digital se focaliza en la tecnología y busca la minimización de la participación humana a través de la automatización. Basada en la creencia de que la tecnología es valiosa cuando permite a las personas dedicar menos tiempo a tareas repetitivas e ineficientes, limita el proceso de transformación digital a dicha automatización, con el objetivo de optimizar los procesos empresariales; pudiendo suponer incluso el despido de las personas que antes hacían dichas tareas. ¿Cómo pensáis que será la implicación y actitud de los trabajadores, tanto los que ya no están como los que han sobrevivido, de momento, a dicho proceso de transformación digital, con respecto a la tecnología y a nuestra organización?
El humanismo digital impulsa la innovación, mientras que el maquinismo digital sólo fomenta la automatización.
La receta para crear una cultura digital basada en el humanismo y no quedarse sólo en el maquinismo, se sustenta en el cambio de mentalidad de todos los miembros de nuestra organización, empezando por el estilo de dirección y liderazgo de nuestro CEO. Los líderes de nuestra organización deben inspirar a sus equipos, desarrollando su talento y apostando por ellos, pero para ello deben ser los primeros que crean en los beneficios de la transformación digital. La lógica de implementación de este proceso debe ser de arriba hacia abajo en la estructura jerárquica de la organización.
Además, este cambio de mentalidad también debe implicar a nuestros métodos de gestión del negocio: las metodologías más tradicionales deben dejar paso a sistemas más ágiles de dirección de proyectos, preparando a nuestras empresas para capear no sólo la transformación digital, sino también amenazas como la COVID-19 o la escasez más reciente impulsada por las presiones de la cadena de suministro.
En resumen, si se fomenta una cultura empresarial basada en el respeto, la tolerancia, el esfuerzo, la meritocracia, la confianza, la motivación y el propósito (entendiendo, por ejemplo, al responsable de recursos humanos como Chief Happiness Officer -CHO-), el cambio a una cultura digital será mucho más sencillo de la mano de este tipo de líderes.
Fotografía de Rodion Kutsaev en Unsplash