El pasado 16 de marzo, en la presentación de REDIGITAL, tuvimos el honor de contar con la presencia de Carme Artigas, Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, quien al final de su presentación nos señalaba la posibilidad de ayudar a medir en las empresas aquello que está “fuera de balance” de una empresa. No podíamos dejar pasar esta interesante aportación.
En el entorno en que vivimos, la valoración de las empresas obedece a muchas variables, financieras y no financieras. En estos “años veinte” del Siglo XXI que recién comienzan, estamos en un cambio de ciclo marcado por diversos acontecimientos que enfocan a las industrias ganadoras en el futuro. Entonces, ¿en qué se basan los valores futuros de las empresas, en la situación actual? Las compañías de mayor capitalización de mercado en el mundo son entidades basadas en tecnologías de la información, pero sobre todo en activos intangibles.
Con fecha 1 de marzo de 2021, como se puede ver en la siguiente tabla, de las 10 empresas más grandes del mundo, solo 2 pertenecen a sectores de economía “tradicional” (Saudi Aramco y Berkshire Hathaway). El resto de las compañías no sólo pertenecen al ámbito tecnológico, sino que además su valoración depende de lo que el inversor espera de ellas. Si miramos diez años atrás, en 2010 las empresas más fuertes eran bancos y petroleras.
(Fuente: https://economipedia.com/ranking/empresas-mas-grandes-del-mundo-2021.html)
Esto significa que las industrias basadas en tecnología avanzada, lejos de ser un sector con miras al futuro, están asentadas y son prósperas. Quien quiera ver en los crecimientos bursátiles una burbuja parecida a la de las empresas “puntocom” acontecida entre 1997 y 2001, podría estar comparando situaciones diferentes. Por otro lado, seríamos ingenuos si obviásemos una “selección natural” entre los pujantes a quedarse con el hueco tecnológico, claro está.
En este sentido, es cierto que muchas empresas de las denominadas “de crecimiento”, están en pérdidas contables y quizá no esperen ver beneficios en algunos años. Sin embargo, los inversores esperan ver pingües flujos de efectivo a la vuelta de no muchos años. Muchas horas de análisis hay tras ello. Por el contrario, industrias asentadas tradicionales con unos dividendos robustos se mantienen estables en la cotización o incluso descienden.
Pero ¿qué tienen en cuenta los inversores en este tipo de entidades nuevas? Pues sobre todo activos intangibles, es decir, activos que normalmente no se miden ni se contabilizan por su valor de mercado, pues no es en realidad valorable monetariamente, pero sí al menos desde un punto de vista cualitativo. El contar con el personal más formado, los proyectos más pujantes, y en definitiva la conquista del futuro, es lo que roba el corazón de estos inversores, cada vez menos tradicionales.
Hoy en día, contamos con muchas herramientas para ayudar a tener una adecuada valoración de esos activos intangibles. Además de las tradicionales agencias calificadoras, nos encontramos con otras plataformas, como Morningstar, que otorgan una calificación basada en muchas variables. Pero además, con un adecuado acceso a conocimientos del mercado donde se invierte y a la información de la compañía y controlando los proyectos, el asesoramiento financiero basado en un adecuado y competente uso de las tecnologías y herramientas Big Data sin duda es una alternativa profesional asbsolutamente apasionante. En definitiva, el economista debe aprender a ver esos activos intangibles donde otros no son capaces de verlos.
Fotografía de la portada de Riccardo Annandale en Unsplash